BUTOH, UNA FILOSOFIA DE VIDA


Año 1998, no recuerdo el día. El maestro estaba feliz. Había venido a visitarlo una alumna desde Francia. Yo también estaba feliz, aún tenía muchos días por delante para seguir gozando de sus clases. Creo que entonces no tenía idea del cambio que iba a suceder en mi vida a partir de este encuentro.
Hoy a trece años de ese viaje, tomo conciencia del impacto. Butoh ya no es para mí sólo danza. Es una filosofía de vida. Es respeto. Es humildad. Es entrega. Es amor. Día a día en cada una de sus clases el maestro nos daba amor. Se entregaba a sus alumnos y se entregaba al universo.
No es un aprendizaje de un día, ni de un mes. Butoh aún en la lejanía continúa entrando por los poros. Como si el tiempo nunca hubiera pasado, recorre el cuerpo al igual que lo hace la sangre.
El maestro ha partido pero su enseñanza sigue viva en mí. Los recuerdos dejan de serlo y la memoria se hace más nítida. Se acortan las distancias. Aflora el conocimiento. ¿Ésto es la memoria celular de la que tanto nos hablaba? El tiempo lo dirá.

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